La crueldad detrás del salmón: cómo la piscicultura se convirtió en una crisis mundial

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Durante décadas, la rápida expansión de la piscicultura ha transformado la forma en que producimos productos del mar, pero la industria sigue en gran medida sin regulación y envuelta en crueldad. Si bien el salmón es el pescado favorito de Estados Unidos, la realidad de su producción contrasta marcadamente con la imagen idílica de criaturas salvajes que nadan libremente. Este artículo explora las consecuencias éticas y ambientales del auge de la piscicultura y revela cómo la búsqueda de la eficiencia ha tenido un costo devastador para el bienestar animal y los ecosistemas marinos.

La domesticación más rápida de la historia

Más de la mitad de los productos del mar que se consumen en todo el mundo provienen ahora de piscifactorías, que se asemejan a granjas industriales submarinas. A diferencia de los animales terrestres domesticados durante milenios, los peces fueron obligados a permanecer en cautiverio al cabo de un siglo. Esta velocidad sin precedentes ha creado graves problemas de bienestar, particularmente para especies carnívoras como el salmón.

Tradicionalmente, la mayoría de los peces procedían del océano. Pero en 2022, el pescado de piscifactoría superó por primera vez a las capturas silvestres: se estima que anualmente se cultivan 763 mil millones de peces y crustáceos, cifra que se prevé aumentará rápidamente. Esto hace que la domesticación acuática sea 100 veces más rápida que la de los animales terrestres, y se produzca a una escala mucho mayor.

El dilema del salmón: de ríos salvajes a tanques confinados

El cultivo de salmón surgió en parte como respuesta a la sobrepesca, la contaminación y el cambio climático, que diezmaron las poblaciones de salmón salvaje del Atlántico. En el año 2000, la especie obtuvo protección bajo la Ley de Especies en Peligro, prohibiendo efectivamente la pesca comercial. Para satisfacer la demanda, los productores ampliaron el cultivo de salmón, a menudo con subsidios gubernamentales.

Hoy en día, las granjas de salmón producen 2,8 millones de toneladas métricas al año, criadas en tanques estrechos y corrales oceánicos. Estas condiciones privan al salmón de sus comportamientos naturales: migrar miles de kilómetros y cazar. Según Becca Franks, profesora de estudios ambientales, esto es similar a criar tigres: una existencia cruel y antinatural.

El salmón salvaje del Atlántico migra desde los ríos de agua dulce hasta el mar de Labrador, alimentándose de krill y arenque antes de regresar para desovar. El salmón de piscifactoría está confinado en círculos, alimentado con pellets y privado de capacidad de acción. La cría selectiva ha duplicado las tasas de crecimiento, lo que ha provocado problemas cardíacos, deformidades de la columna, sordera y muerte prematura.

El lado oscuro de la domesticación: enfermedades, contaminación y contaminación genética

El cultivo de salmón exacerba las enfermedades y el daño ambiental. Los corrales abarrotados atraen piojos de mar, parásitos dolorosos que pueden matar a los peces. Para combatir esto, los agricultores utilizan productos químicos, antibióticos e incluso tratamientos con altas temperaturas, lo que provoca más sufrimiento.

La contaminación por desechos y productos químicos contamina los ecosistemas marinos. El salmón de piscifactoría escapa a la naturaleza, se cruza con poblaciones silvestres y diluye su integridad genética. El biólogo Mart Gross acuñó el término Salmo domesticus para describir esta línea híbrida, destacando el daño irreversible a las poblaciones silvestres.

Las investigaciones encubiertas revelan prácticas horribles: peces enfermos sacrificados mediante repetidos golpes, peces vivos asfixiados en cubos y trabajadores insensibles al sufrimiento. A pesar de los estándares de la industria, la aplicación de la ley es laxa, lo que permite que las granjas operen con impunidad.

La crisis global: expandir la domesticación y descuidar el bienestar

El auge de la piscicultura se extiende más allá del salmón y abarca casi 200 especies acuáticas. Fair Fish, un equipo de investigación, descubrió que sólo la tilapia y la carpa podrían cultivarse de forma humana, pero incluso estas condiciones suelen ser deficientes.

La expansión de la industria prioriza la eficiencia sobre el bienestar. Según Franks, deberíamos detener la domesticación de nuevas especies y hacer la transición hacia alternativas más sostenibles como las algas y los bivalvos.

La trayectoria actual es insostenible. La búsqueda incesante de productos del mar baratos ha tenido un costo devastador para el bienestar animal, los ecosistemas marinos y la integridad de las poblaciones silvestres.

La solución radica en reconocer las consecuencias éticas y ambientales de la piscicultura. Reducir el consumo, hacer cumplir regulaciones más estrictas y priorizar alternativas sostenibles son pasos esenciales hacia un sistema alimentario más humano y responsable.

Hasta entonces, la crueldad detrás del salmón seguirá siendo una verdad oculta, enmascarada por la conveniencia de una comida barata y fácilmente disponible.